USOS SOCIALES DE LAS TIC

En el artículo de C. Mitcham (2005) se plantean difentes cuetiones éticas surgidas con el desarrollo de la tecnología a lo largo del SXX. Se muestran diferentes ejemplos de aplicaciones tecnológicas que necesitan una respuesta ética, como las pruebas con armas nucleares (años cincuenta), la inteligenca artifical como modelo de la mente humana (años cincuenta y sesenta), el uso de pesticidas y su capacidad destructora del medio ambiente (años sesenta), la seguridad de los organismos genéticamente creados (años setenta), la defensa misilística (años ochenta), el cambio climático global o la clonación reproductiva (años noventa).

Así, es a partir de la segunda Guerra Mundial cuando aparecen este tipo de preocupaciones. Previamente a la época moderna no se planteaba el carácter ético de las tecnologías que existían puesto que éstas iban ligadas totalemente a a la cultura y ritos sociales, a través de las cuales eran filtradas y controladas. En este sentido, según el artículo, de Mitcham, uno de los primeros análisis de las consecuencias éticas de las tecnologías es el realizado por Marx, al defender que la industrialización provoca una alienación del hombre, es decir, una pérdida de control de su proceso y productos de trabajo.

Ya más avanzada las segunda mitad del SXX, los gobiernos y los mismos científicos abandonaron una postura de laissez faire, es decir, de pervisividad y libertad, respecto a las cuestiones éticas relacionadas con la tecnología. Además de regulaciones legislativas por parte de la política, los responsables de la ciencia empezaron a crear códigos éticos y deontológicos (es decir, conjunto ordenado de deberes y obligaciones morales que tienen los profesionales de una determinada materia) aplicables a su propia disciplina. La Unión Europea, por su parte, comenzó a aplicar un principio precautorio, donde las nuevas tecnologías eran consideradas potencialmente peligrosas hasta que no se demuestre lo contrario.

Para concluir, diremos que en nuestra opinión es necesario mantener un cierto control ético no de los avances de la ciencia, los cuales consideramos necesarios para el avance del conocimiento de la sociedad, sino de los usos que le damos a estos nuevos descubrimientos. En este caso el peligro potencial no lo crean los medios, sino el fin.